El problema no es que Hip-Hop al Parque se haya "llenado de niños"; y responder que esos niños son mejores que las generaciones anteriores.
Argumentar esto sin analizar a profundidad la industria musical, los cambios en las tecnologías digitales, y factores históricos que posicionan a un grupo demográfico sobre el resto (y sus expresiones culturales), es perpetuar la típica rencilla industrial entre vieja escuela y nueva escuela.
En términos de edad, desde los ochentas (quizá setentas) esta cultura siempre fue abierta a todas las generaciones. Aún se supone que lo es. Pero algo muy distinto es cómo a nivel sistémico el Hip-Hop ha sido infantilizado, cediendo visibilidad a jóvenes que responden a un algoritmo estético visual y sobre todo numérico, más que a un contenido artístico e intelectual que realmente desafíe el orden de cosas. Y los más jóvenes no son culpables de este asunto: serán los más perjudicados.
A nivel independiente hay gente extraordinaria, de todas las edades. Pero silenciar a quienes tenemos experiencia cuando ofrecemos una opinión bien argumentada simplemente llamándonos "cuchos", es perezoso, un reflejo del mismo sistema que atrofió al Hip-Hop con apropiaciones culturales que al día de hoy no se conversan en Latinoamérica, allí donde todo parece estar inventado: el Lo-fi era un recurso estético YA utilizado por productores negros en los noventas, hoy en día es la versión "culta" e higienizada del rap, un rap blanco; el "Slam" es el Boom Bap rápido marcado por una melódica línea de bajo usado bastante a finales de los ochentas, principios de los noventas.
Los pasados Olímpicos en París con la bailarina australiana de Break Raygun (Australia...de todos los lugares y sus historias), o grupos de rap en Israel promoviendo el genocidio indígena en Palestina, casi que ejemplifican a la perfeción hasta qué punto a nivel mainstream el Hip-Hop se ha ridiculizado, manipulado en sus contenidos, y para quien trabaja el "algoritmo".
Vivimos un sistema que invisibiliza toda voz que represente un contenido intelectual realmente rebelde más allá de odas al alcohol, al Estado-Nación, o a Mia Khalifa, y todos sabemos que la industria musical es una farsa pero todos, así seamos artistas independientes, queremos pertenecer a esta, ya sea por ingresos, exposición, conexiones, o compañía emocional a través de la música.
Estos son dilemas para los cuales colectivamente no hemos podido encontrar solución.
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