Así lo presenta Ed Piskor —ilustrador, artista del cómic, nacido en 1982 en Pennsylvania— en su serie Hip Hop Family Tree, compuesta, hasta ahora, por tres volúmenes y actualizada constantemente en la página oficial del autor.
Más que una saga o un cómic acerca del hip hop, Hip Hop Family Tree es una novela gráfica; un documento que narra e ilustra los eventos más importantes en la historia del hip hop con un tratamiento ficcional. Pero también con la sutileza y precisión de la crónica periodística. Con una estructura medida, como si Piskor cortara tracks, en el primer volumen (2013) atravesamos por las escenas que consolidaron la cultura en su primera etapa, la del Bronx. Asistimos al ascenso meteórico de los soundsystems y a sus primeros estallidos bélicos. Desde las primeras páginas, Piskor nos advierte que la idea fundacional del crew, el elemento esencialmente grupal del hip hop, y el concepto de la batalla, derivan directamente del pensamiento pandillero.
Pero el volumen no sólo ilustra las tensiones del Bronx, sino que hilvana los momentos de luz de una cultura en nacimiento: el encuentro de los grafiteros Lee Quiñones y Fab Five Freddy, su relación con Basquiat y la aparición de los tres en el video musical “Rapture” de Blondie; el fiasco de Grandmaster Flash como telonero de The Clash; el nacimiento y la posterior importancia de las estaciones de radio WAX, WHBI, WBLS y Mr. Magic; el nacimiento de la industria independiente de la música, e incluso los primeros brotes de la cultura viral. El tomo uno es la piedra angular, el ojo del agua, de donde se desprenden los dos siguientes. Es también el que comprende la mayor cantidad de años (70’s-81). Y si el primero es la crónica de la batalla, el segundo volumen (2014) es la consolidación de la industria y los presagios de la revolución por venir: la Golden Era.
Otro de los prodigios del volumen dos es la visión que nos brinda Piskor sobre la estrecha relación que existía entre dos escenas del underground neoyorkino de principio de los ochenta: el punk y el hip hop. Grandes fiestones de estos dos universos se armaban en la Alphabet City de Manhattan, a los que asistía sin falta un joven Rick Rubin y unos tales Beastie Boys. El Planet Rock de Afrika Bambaataa y su aura kraftwerkiana representa precisamente la unión de estos dos mundos, además de que sentó la base y la huella para el nacimiento de Def Jam Recordings, de los Beastie y de toda una nueva generación en el hip hop.
El volumen tres (2015), que comprende sólo un año en el tiempo narrado, 83-84, presenta la transición de la industria: el cambio que operó en las disqueras —del single al full length—; el surgimiento de la figura del productor; y la entrada del hip hop en la televisión. Si en años anteriores el rapper y el DJ eran los que llevaban la batuta, en el tomo tres los B-Boys y los graffers toman el control y adquieren una importancia vital. Style Wars (1983), película que fue, a su manera, secuela de Wild Style, es prueba de ello. Su primera escena es la gran batalla de breaking: Dynamic Rockers vs. Rocksteady Crew. Muchos de los chicos entrevistados en este filme fueron los diseñadores responsables de la estética hip hop que conocemos hoy. Por ejemplo: Cey Adams, creador del logotipo de los Beastie Boys, quien aparece en los primeros cuadros de la cinta. Ésta y otras anécdotas las encontramos en el volumen tres.
En su conjunto, los tres volúmenes de Hip Hop Family Tree (al estar construidos con una extensa bibliografía, discografía y referencias, que puede consultar el lector al final de cada libro) funcionan como la crónica del nacimiento de una generación entera: sus mudanzas, sus extravíos y sus hondas transformaciones; pero también como una vasta colección de vinilos y de arte gráfico. El ojo y el oído se regocijan por igual. De ahí que los graffers, los directores de cine y los B-Boys tengan en estas obras la misma importancia. Run DMC es tan importante como Charlie Ahern, puesto que ambos consolidaron un lenguaje que es ahora universal.
Ed Piskor dibuja precisamente la historia de esa consolidación y de esa importancia. De la lectura de sus cuadros advertimos que la imaginación constituye otro de los elementos del hip hop. Ya no nos pasa inadvertida la honda relación que guarda ésta con personajes como MF Doom y Madlib. Sus trabajos en conjunto y en solitario, además de estar hondamente intervenidos por la estética del cómic, evidencian la importancia de la ficción en el hip hop actual, y la estructura de una vanguardia.
Hip Hop Family Tree se alinea a una serie de trabajos históricamente puntuales sobre el hip hop, pero con una carga de entretenimiento que alimenta por igual al investigador que al curioso.
Más que una saga o un cómic acerca del hip hop, Hip Hop Family Tree es una novela gráfica; un documento que narra e ilustra los eventos más importantes en la historia del hip hop con un tratamiento ficcional. Pero también con la sutileza y precisión de la crónica periodística. Con una estructura medida, como si Piskor cortara tracks, en el primer volumen (2013) atravesamos por las escenas que consolidaron la cultura en su primera etapa, la del Bronx. Asistimos al ascenso meteórico de los soundsystems y a sus primeros estallidos bélicos. Desde las primeras páginas, Piskor nos advierte que la idea fundacional del crew, el elemento esencialmente grupal del hip hop, y el concepto de la batalla, derivan directamente del pensamiento pandillero.
Pero el volumen no sólo ilustra las tensiones del Bronx, sino que hilvana los momentos de luz de una cultura en nacimiento: el encuentro de los grafiteros Lee Quiñones y Fab Five Freddy, su relación con Basquiat y la aparición de los tres en el video musical “Rapture” de Blondie; el fiasco de Grandmaster Flash como telonero de The Clash; el nacimiento y la posterior importancia de las estaciones de radio WAX, WHBI, WBLS y Mr. Magic; el nacimiento de la industria independiente de la música, e incluso los primeros brotes de la cultura viral. El tomo uno es la piedra angular, el ojo del agua, de donde se desprenden los dos siguientes. Es también el que comprende la mayor cantidad de años (70’s-81). Y si el primero es la crónica de la batalla, el segundo volumen (2014) es la consolidación de la industria y los presagios de la revolución por venir: la Golden Era.
LA EXPANSIÓN DEL ESTILO SALVAJE
De la lectura de Hip Hop Family Tree deducimos, entre otras cosas, que el hip hop, como lenguaje y como expresión, fue una bomba. Un par de años después de las primeros backyard parties, Fab Five Freddy ya grababa el primer single de hip hop en francés y Charlie Ahearn presentaba su mítico filme Wild Style (1983) en Japón; consolidado así los cuatro elementos clásicos del hip hop. Su escena final —de hecho—, el gig en el anfiteatro de la Avenue D en la Alphabet City de Manhattan, es la responsable en buena medida del formato de los festivales hip hop de hoy.
El volumen tres (2015), que comprende sólo un año en el tiempo narrado, 83-84, presenta la transición de la industria: el cambio que operó en las disqueras —del single al full length—; el surgimiento de la figura del productor; y la entrada del hip hop en la televisión. Si en años anteriores el rapper y el DJ eran los que llevaban la batuta, en el tomo tres los B-Boys y los graffers toman el control y adquieren una importancia vital. Style Wars (1983), película que fue, a su manera, secuela de Wild Style, es prueba de ello. Su primera escena es la gran batalla de breaking: Dynamic Rockers vs. Rocksteady Crew. Muchos de los chicos entrevistados en este filme fueron los diseñadores responsables de la estética hip hop que conocemos hoy. Por ejemplo: Cey Adams, creador del logotipo de los Beastie Boys, quien aparece en los primeros cuadros de la cinta. Ésta y otras anécdotas las encontramos en el volumen tres.
LA CRÓNICA DE UN NACIMIENTO
En su conjunto, los tres volúmenes de Hip Hop Family Tree (al estar construidos con una extensa bibliografía, discografía y referencias, que puede consultar el lector al final de cada libro) funcionan como la crónica del nacimiento de una generación entera: sus mudanzas, sus extravíos y sus hondas transformaciones; pero también como una vasta colección de vinilos y de arte gráfico. El ojo y el oído se regocijan por igual. De ahí que los graffers, los directores de cine y los B-Boys tengan en estas obras la misma importancia. Run DMC es tan importante como Charlie Ahern, puesto que ambos consolidaron un lenguaje que es ahora universal.
Ed Piskor dibuja precisamente la historia de esa consolidación y de esa importancia. De la lectura de sus cuadros advertimos que la imaginación constituye otro de los elementos del hip hop. Ya no nos pasa inadvertida la honda relación que guarda ésta con personajes como MF Doom y Madlib. Sus trabajos en conjunto y en solitario, además de estar hondamente intervenidos por la estética del cómic, evidencian la importancia de la ficción en el hip hop actual, y la estructura de una vanguardia.
Hip Hop Family Tree se alinea a una serie de trabajos históricamente puntuales sobre el hip hop, pero con una carga de entretenimiento que alimenta por igual al investigador que al curioso.
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